El término “discípulo misionero” ha sido uno popular utilizado para resaltar y motivar a los católicos a tanto abrazar como vivir consistentemente nuestra responsabilidad.
Las Escrituras nos dicen muy claramente que “amemos a nuestro prójimo”, pero ¿qué pasa cuando el prójimo en cuestión es un niño que aparece en la puerta de su casa a todas horas?
Esta es la historia de una mujer africana que, después de años de un trato horrible, profesaba que nunca habría llegado a conocer a Jesús ni habría entrado en su Iglesia, si no hubiera sido secuestrada.
Lo más importante que podemos hacer por nuestros hijos es fomentar su discipulado y enseñarles a vivir de tal manera que Jesús sea verdaderamente el centro de su vida.