En busca de la transformación cuaresmal
Todos los padres conocen la sensación de euforia de ver a sus hijos jugar juntos pacífica y alegremente, para de repente pasar a la agonía de un recreo que se convierte en una espiral de peleas, acusaciones y caos. En esos momentos, nuestro papel se convierte en juez, jurado, consejero y, en ocasiones, médico, todo ello mientras intentamos ayudar a estas hermosas almas a asumir sus errores, perdonar a sus hermanos y seguir adelante de forma amistosa. Casi siempre digo algo parecido a esto: "Sé que tu hermano ha cogido el dinosaurio, pero eso no significa que puedas pegarle". Los niños tardan en desarrollar la madurez necesaria para comprender su necesidad de crecer antes de señalar las deficiencias de los demás, pero es increíble la frecuencia con la que los adultos caemos en la misma trampa.
Todos los padres conocen la sensación de euforia de ver a sus hijos jugar juntos pacífica y alegremente, para de repente pasar a la agonía de un recreo que se convierte en una espiral de peleas, acusaciones y caos. En esos momentos, nuestro papel se convierte en juez, jurado, consejero y, en ocasiones, médico, todo ello mientras intentamos ayudar a estas hermosas almas a asumir sus errores, perdonar a sus hermanos y seguir adelante de forma amistosa. Casi siempre digo algo parecido a esto: "Sé que tu hermano ha cogido el dinosaurio, pero eso no significa que puedas pegarle". Los niños tardan en desarrollar la madurez necesaria para comprender su necesidad de crecer antes de señalar las deficiencias de los demás, pero es increíble la frecuencia con la que los adultos caemos en la misma trampa.
Jesús lo expresó así en Mateo 7, 3 y 5: “¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”. La transformación que anhelamos ver en la sociedad, en la Iglesia y en el seno de nuestras familias empieza por nosotros mismos. He oído decir que "la gente herida hiere a la gente", pero lo contrario también es cierto, que "la gente curada cura a la gente". Nuestros esfuerzos evangelizadores deben provenir de una relación íntima, transformadora, restauradora y vivificante con Jesús. No podemos cambiar el mundo, si antes no nos dejamos cambiar a nosotros mismos.
Supuestamente, cuando le preguntaron: "¿Qué le pasa al mundo?", el perspicaz autor católico G.K. Chesterton respondió: "Yo". Su respuesta no nacía de la autocondena o la aversión, sino del humilde reconocimiento de su desesperada necesidad de un Salvador. Esta Cuaresma es una oportunidad dada por Dios para comenzar, continuar o reiniciar la transformación que Jesús desea para nosotros. Una sencilla oración de tres pasos podría repetirse a lo largo de este tiempo penitencial.
Señor, muéstrame las "vigas en mis ojos" que hay que quitar;
Por favor, perdóname por todas las veces que he ignorado o me he aferrado a esas cosas;
Libera en mí una mayor efusión de tu Espíritu Santo para transformar mi corazón.
Madurar como discípulo incluye un reconocimiento más profundo de nuestra capacidad de pecar y asumir la responsabilidad por las formas en que no hemos cooperado con la gracia de Dios. Es permitir que Jesús sea aún más el centro de nuestras vidas para que podamos ofrecerlo auténticamente a quienes nos rodean. Esta Cuaresma, intenta no coger el dinosaurio de juguete de nadie y, en su lugar, pídele a Jesús que te haga más como él.
Pete Burak es el director de i.d.9:16, el programa para jóvenes adultos de Renewal Ministries. Tiene un máster en teología y es un conferenciante habitual sobre evangelización y discipulado.