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 | Padre Gustavo Ruiz

El Hombre acusa a Dios, en vez de ver su necesidad de Conversión

En vez de quejarnos por lo que pasa ahora por la pandemia del coronavirus, en vez de protestar por las situaciones tan difíciles que estamos pasando, en vez de reclamarle a Dios por estas cosas que están sucediendo por la pandemia, es mejor buscar la luz de Jesucristo; es mejor encontrar una respuesta en nuestra oración a Dios; es mejor tener mas confianza en la fuerza del Espíritu Santo.

Es tiempo, pues, de buscar la luz de Cristo en nuestra vida, como lo hizo Nicodemo, quien fue de noche a ver a Jesús (Juan 3, 1-21). Seguramente fue de noche para no ser visto por los demás. Él no quería que nadie se enterara por miedo a represalias de los fariseos. Pero, también, lo hizo de noche porque la noche simboliza el pecado en el cual estamos y que nos grita que debemos de buscar la luz de Dios, pues no debemos de quedarnos en la oscuridad. Cuando caemos en esa oscuridad, es cuando buscamos mas a Dios. Si no, pregunten a las personas que están encerradas por la pandemia. Es cuando más quisiéramos ir a Iglesia, ir a la Santa Misa, es cuando mas queremos buscar a Dios. Esta pandemia es nuestra noche, noche de desesperación y de oscuridad, de inseguridad y de deseo de buscar a Cristo.

Jesús siempre tenía disputas y controversias con todos los fariseos, pero no fue tanto así con Nicodemo. Con Nicodemo, Jesús tuvo un dialogo mas de amistad. Nicodemo busca la conversación con Jesús y su actitud es respetuosa y llena de esperanza. Humildemente, Nicodemo fue a buscar la guía de Jesús. En medio de la noche y de la oscuridad, Nicodemo pudo encontrar a Dios.

Como Nicodemo lo hizo, también nuestros guías espirituales, los santos, el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los diáconos, los religiosos, las religiosas, los misioneros han buscado a Dios, inclusive en medio de la oscuridad. Cuando han afrontado tiempos muy difíciles en su vocación, con sus problemas, con su soledad, ellos han buscado el dialogo con Dios, que es la luz que alumbra nuestra oscuridad.

Ellos le han preguntado a Jesús: “Maestro, ¿Qué hacemos? ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Qué pasara con nuestra familia? ¿Qué pasara con nuestra iglesia? ¿Qué pasara con esta situación difícil de la pandemia que nos preocupa a todos en todo el mundo?

Ahora Dios va a responder a nuestras preguntas y a nuestras dudas. Pensemos en como pasamos la cuaresma sin poder ir a confesarnos o como pasamos la Semana Santa sin poder participar en las Misas. Tenemos que entrar en un ano de devoción mas profundo a la Sagrada Eucaristía, al Cuerpo y a la Sangre de Cristo.

La respuesta de Jesús a Nicodemo es que nosotros tenemos que “nacer de nuevo”. Si ahora estamos encerrados y viviendo con inseguridad y con miedo, culpando a Dios de esta pandemia, debemos de cambiar la actitud y debemos de pedirle a Dios por nuestra conversión personal: el perdón de nuestros pecados y de nuestras ofensas contra Dios y el acercarnos mas profundamente como un estilo de vida a Jesucristo Eucaristía.

Sería muy triste que, cuando termine esta pandemia, nosotros sigamos con nuestra misma actitud: no viniendo a Misa, abandonando a Dios, con egoísmos, con rencores, con violencia, con vanidad, con infidelidades, con vicios, con amor solo a las cosas materiales, con amor solo a las riquezas, sin dialogar con Dios ni hacer oración, seguir en la oscuridad del pecado. La respuesta de Jesús es tienen que “nacer de nuevo”.

Si el hombre no se convierte a Dios y vuelve a El con todo su corazón, todo volverá a ser como antes y el abismo de la oscuridad del pecado seguirá dominando nuestro mundo. Nuestra única esperanza es una persona: Jesucristo resucitado. Quien se acerca a Jesucristo Eucaristía con fe no muere, y si muere, gana la vida eterna. Esta es la luz radiante de la Pascua y de la experiencia de la resurrección de Cristo.

El error más grande de nuestra sociedad y de nuestro mundo es el haber excluido la fe en Cristo Resucitado de sus corazones. El mayor sufrimiento del hombre hoy es no poder reconocer la ausencia de Dios como una ausencia. Hace falta reconocer la necesidad de Dios y de afianzar un verdadero proceso de conversión que nos lleve a nacer de nuevo apegados a la Santísima Eucaristía. El hombre en el dolor le pide explicaciones a Dios, sin comprender que, precisamente, en medio del dolor, Dios nos esta amando. El hombre acusa a Dios, en vez de ver su necesidad de conversión. Porque la vida es un don, no una prueba. ¡Dios los bendiga!