Nueve meses fructíferos en la diócesis de Joliet
Una llamada inesperada del nuncio apostólico, el arzobispo Christophe Pierre, me llevó a Joliet y el comienzo de una relación de nueve meses con la Iglesia local que comenzó el 27 de diciembre de 2019.
Lo que venía era completamente desconocido. Entre los primeros empleados que llegaron a recibirme fueron Alex Rechenmacher y Michael Bava. Fueron muy efectivos presentándome con los sacerdotes, los diáconos, el personal diocesano y los fieles en la diócesis.
Alex y Mike son ejemplos de la cálida bienvenida que recibí de todos. La amistad no pudo haber sido más grande y la colaboración de todos aún estaba por llegar. ¡Aunque no lo crean esta "luna de miel" duró nueve meses!
En los primeros meses le dimos seguimiento a la actividad continua de la diócesis. Al ser una Iglesia grande, había bastante que hacer. Luego vino el coronavirus. Tropecé en varias ocasiones las primeras veces que intenté pronunciarlo. Rápidamente se hizo evidente que este era un fenómeno como ningún otro en el siglo pasado.
Debido a que era cruelmente viral, fue esencial cerrar la actividad y los programas de la Iglesia. Las iglesias eran un terreno fértil para el COVID-19. Después se desarrolló un ambiente "extraño" con órdenes de "permanecer en casa" en efecto en todo el estado.
Me impresionó la fe profundamente enraizada que brotó. La gente oraba. Confiaban en Dios y en Su Providencia. Sin embargo, había un lado especialmente sombrío. La enfermedad se apoderó con la muerte de tantos, especialmente con las muertes frecuentes y solitarias de los ancianos.
Una característica salvadora de la pandemia fue la utilización extensa de las transmisiones en vivo. Un buen número de nuestras parroquias lo emplearon para las misas de domingo y diarias. Tal fue el caso en la Catedral de San Raymond Nonnatus. Nuestra comunidad de sacerdotes celebraban misas diarias y podíamos sentir una presencia comunitaria que era de gran consuelo.
Como era inevitable, la sociedad secular junto a las iglesias gradualmente comenzaron a reabrir para ofrecer sus servicios. Tras recibir certificación el fin de semana del 6 al 7 de junio, las parroquias diocesanas abrieron sus puertas bajo protocolos de seguridad estrictas. Desde el principio, la seguridad ha sido de esencial prioridad. Bajo el liderazgo de los sacerdotes, los diáconos y voluntarios laicos, han seguido medidas eficaces de prevención.
La vida contemporánea de la Iglesia se ha podido reanudar manteniendo los requisitos necesarios para detener la propagación del coronavirus. Se han celebrado primeras comuniones, confirmaciones, bodas y funerales con un número significativo de personas. Esperamos poder mantenernos así hasta que se desarrolle una vacuna u otro remedio para contrarrestar el virus.
Entre las actividades más satisfactorias y gratificantes en las que tuve el privilegio de participar durante mis nueve meses están las ordenaciones de seis sacerdotes y 17 diáconos permanentes. Estos ministros de Palabra y Sacramento son esenciales para la sangre vital de la Iglesia. Presidir los Ritos de Ordenación es un privilegio que todos los obispos valoran.
La transición efectiva de los obispos es otra bendición que la diócesis ha vivido. El Obispo Emérito R. Daniel Conlon determinó que era el momento de retirarse. La diócesis está profundamente agradecida por sus nueve años de servicio. Entre otros logros notables cabe destacar el desarrollo del Centro Católico de Blanchette, sus visitas pastorales de fin de semana a las 126 parroquias y misiones y su carta pastoral de evangelización titulada, Él dijo ‘Ve’.
Posteriormente el Papa Francisco honró a la Diócesis de Joliet con el nombramiento del Obispo Ronald Hicks como su sexto ordinario. Conocido por muchos en la diócesis, trae una reputación de liderazgo pastoral, administración astuta y, lo más importante, una fe profunda e inquebrantable y compromiso con el Señor Jesús. Hay grandes motivos para la alegría y el optimismo mientras la Iglesia local abraza su futuro.
Mientras planifico volverme a retirar mis sentimientos son de profunda gratitud. He disfrutado de mi estancia en esta bendecida comunidad diocesana. Me he beneficiado de su amabilidad y el apoyo inquebrantable. Muchos, muchos recuerdos felices están conmigo al seguir adelante. Las palabras "Muchas gracias" y gracias son genuinas y vienen de corazón.
Encuentro que las palabras de Jesús son aplicables a mi partida. “Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan, ‘Somos siervos inútiles: No hemos hecho más que nuestro deber’” (Lucas 17:10).