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Por Susana Chapa Vargas

“Ya no somos extranjeros.” Un llamado a ser vecinos ayudando a sus vecinos.

El Consejo Americano de Inmigración, http://www.americanimmigrationcouncil.org/, dice lo que los inmigrantes significan para Michigan.

El 51.1 % de los inmigrantes el Michigan  están naturalizados como ciudadanos americanos y son electores potenciales, 86.4% de los niños con padres inmigrantes en Michigan son ciudadanos y se considera que el 86.6% de los niños con padres inmigrantes en Michigan dominan el idioma inglés.

Su contribución a la economía es fuerte:

  • Los Latinos  y Asiáticos en Michigan tienen un poder adquisitivo de $21.6 Billones
  • Los inmigrantes indocumentados pagan $125.9 millones en impuestos al estado de Michigan.
  • Michigan perdería $3.8 billones en actividad económica, $1.7 billones en ingreso bruto del producto del estado y aproximadamente 20,339 empleos si todos los inmigrantes indocumentados fueran removidos.

Los hechos no mienten, es  un beneficio económico para nuestro país tener inmigrantes y ellos son una parte esencial de la economía del país.

La Misión de USCCB con relación a los Servicios de Migración y Refugiados dice: “Fundamentados en  nuestra creencia en Jesucristo y la enseñanza católica, los servicios de Migración y Refugiados cumplen con el compromiso de  los Obispos católicos de proteger la vida y la dignidad de la persona humana. Nosotros servimos y abogamos por los refugiados, asilados, migrantes, niños no acompañados, y las víctimas del tráfico humano.” Nosotros, como católicos estamos llamados a proteger y acoger a quiénes por razones económicas, de medio ambiente, sociales o políticas se ven en una situación que los lleva a migrar.

Las causas que llevan a las personas a  migrar incluyen: persecución, violencia, guerra, salarios bajos, falta de trabajos, sequía y hambruna, contaminación, desastres naturales, entre otras.

Las enseñanzas de la Iglesia Católica con relación a la migración, están claramente expuestas por la USCCB  en la carta pastoral de “Ya no somos extranjeros” (tinyurl.com/FM0419p26). Ahí vemos que todas las personas tiene  el derecho de encontrar oportunidades  en su país de origen que les permitan vivir con dignidad y cubrir ciertos derechos humanos básicos como la educación, servicios de salud, salarios justos, etc.; cuando las personas no pueden cubrir estos derechos básicos , -- tener un empleo que les  permita  sobrevivir y proveer a su familia , cuando son perseguidos  por su ideología política o sus creencias religiosas, o por otras razones, tienen el derecho de migrar--.

La Iglesia nos enseña también que  las naciones soberanas tienen el derecho de controlar sus fronteras, pero las naciones más ricas que tienen los medios para alimentar y proteger a su población, tienen una obligación mayor de ayudar a las personas que están migrando de otras naciones y solicitando refugio o asilo.

Los inmigrantes esperan encontrar  una vida mejor  para sus familias; también esperan encontrar personas amigables y que estén dispuestas a  darles la bienvenida.

Como Católicos  debemos preguntarnos qué tan acogedora es nuestra comunidad parroquial  hacia los inmigrantes y refugiados.  “Ya no somos extranjeros” como ministerio es una manera en la que  podemos comprometernos y responder  con obras cuando los inmigrantes están enfrentando situaciones difíciles o simplemente necesitan  ayuda para tener esa vida mejor  que soñaron tener en los Estados Unidos.

Hay muchas maneras en las que podemos ayudar al inmigrante: dado que la ley del estado les prohíbe tener una licencia de conducir, podemos llevarlos a la Iglesia, a una cita médica, a su cita en la oficina de inmigración, o a visitar a algún familiar en la cárcel. Orar con ellos cuando la deportación es inevitable, dado que el día de la deportación es muchas veces también el día en que una familia se separa. Ayudarles con la logística ante la deportación, apoyar sus negocios, dar apoyo financiero, abogar por leyes pro inmigrantes, apoyarlos en los medios sociales, educarlos  para que sepan qué hacer y a quién contactar en situaciones graves.

“Ya no somos extranjeros” es una cuestión de ayuda al  prójimo en la que, a nivel parroquia creamos redes  de ciudadanos Americanos o residentes legales,  que están dispuestos a ayudar con sus talentos a los inmigrantes vulnerables. Nos da la oportunidad de responder al llamado de Jesucristo  a amarnos los unos a los otros y el llamado del Papa Francisco de ir afuera como discípulos misioneros al encuentro  de los que están alejados y acompañarlos.