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 | Nuestro Señor Obispo Thomas Daly

Unidad en tiempos de Conflicto

Este año de pandemia y de polarización han tensado a nuestra nación y a nuestra Iglesia. Cuando tomé la difícil decisión de suspender temporalmente la celebración pública de la Santa Misa en Marzo, e incluso cuando reabrimos con restricciones a finales de Mayo, hubo, consecuentemente y entendiblemente, una serie de quejas. La mayoría de las personas expresó una tristeza que reflejaba la profunda necesidad y aprecio por la Eucaristía entre los fieles. Pero hubo otras respuestas de otras personas que se asemejaban a reclamos políticos, en lugar de un anhelo sincero de compartir el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo con la comunidad parroquial. Las oraciones tradicionales asociadas con el mes de Noviembre pueden ofrecer el antídoto a esta incertidumbre.

Cada vez que llega el mes de Noviembre, estamos llamados a orar por los fieles difuntos. Reconociendo que tanto los vivos como los muertos somos un solo cuerpo en Cristo, ofrecemos oraciones para que nuestros hermanos y hermanas perseveren en el purgatorio, ya que están preparados, por medio de la gracia de Dios, para ser uno con él por toda la eternidad. Nuestras oraciones y sacrificios aquí en la Tierra pueden ayudar a nuestros hermanos y hermanas difuntos porque somos un solo cuerpo. Esto es cierto para todos nosotros aquí, caminando por nuestro camino de fe en la tierra. Como escribí en mi reciente carta pastoral sobre la Santísima Eucaristía,

"Hermanos y hermanas, no hay lugar para la división entre nosotros; es nuestra oración, es la voluntad de Dios que seamos 'un solo cuerpo, un solo espíritu en Cristo'. A menudo reflexiono sobre esta unidad, que anticipa nuestra unidad en el cielo, cuando rezo en el altar: 'Señor, renueva tu iglesia que está en el Este de Washington a la luz del Evangelio. Fortalece el vínculo de unidad entre los fieles y pastores de su pueblo... que en un mundo desgarrado por la lucha su pueblo brille como signo profético de unidad y concordia.'

Un mundo desgarrado por las luchas no es ajeno a la historia de la Iglesia; y es parte de nuestra experiencia de la Iglesia aquí en el Este de Washington. Nuestra unidad, aunque tensa por la política, la desconfianza y los desacuerdos sobre cómo responder al COVID-19, sigue siendo una realidad; por nuestro bautismo, estamos incorporados al Cuerpo de Cristo. Cuando calumniamos a nuestros compañeros o hablamos con dureza el uno del otro, servimos para herir a la Iglesia. Pero, así como nuestras oraciones y sacrificios pueden beneficiar a nuestros hermanos y hermanas en el purgatorio, nuestra oración y nuestros sacrificios pueden edificarse unos a otros aquí en la tierra.

Quiero ofrecer algunas sugerencias concretas de cómo crecer en la oración y en la unidad.

Si están molestos porque tienen que usar un cubrebocas mientras se está en la Misa, si te irrita, ofrece la dificultad que experimentas y pídele a Dios que consuele a alguien que está ansioso por volver a la Misa. Si tu vecino tiene un letrero político colocado en su patio que te enoja, reza por la paz en su corazón y en el tuyo cada vez que veas esa señal. Si un compañero feligrés parece ignorar lo que ustedes sienten sobre las precauciones de seguridad más importantes durante la pandemia, en lugar de resentimiento o de enojo, ofrezcan ustedes oraciones por su seguridad. Todos extrañamos la vida social regular que teníamos antes de la pandemia. A lo lejos, podemos ofrecer nuestros sacrificios unos por otros para lograr la sanación y la renovada fe y esperanza como Iglesia y nación. 

Cada dificultad y toda frustración puede llegar a ser para nosotros una oportunidad para edificar el Cuerpo de Cristo en la unidad, para fortalecerse unos a otros a distancia. Como la Iglesia Católica en el Este de Washington en este tiempo difícil y tumultuoso, seamos una iglesia en oración y en sacrificios el uno por el otro, y que se esfuerza siempre por seguir a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida.

Oremos a nuestro Señor, "en un mundo desgarrado por los conflictos" para que "brille como signo profético de unidad y concordia".

Nuestra Señora, Reina de la Paz, ruega por nosotros.