| Por Elizabeth Hansen

¿Cómo pueden las familias practicar las obras de misericordia? - Enterrar a los muertos

“Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”.

Las poderosas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo forman la base de la lista tradicional de las obras de misericordia. Cuando se trata de satisfacer las necesidades físicas, el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica enumera las siguientes acciones como obras de misericordia corporales:

  • Dar de comer al hambriento
  • Dar de beber al sediento
  • Vestir al desnudo
  • Dar posada al peregrino
  • Visitar y cuidar a los enfermos
  • Redimir al cautivo
  • Enterrar a los muertos

¿Cómo pueden las familias vivir esto? Especialmente con niños pequeños, el trabajo caritativo puede ser desalentador, pero no imposible. Las obras de misericordia serán diferentes para cada familia ¡y se pueden practicar muy fielmente cuando se trata de cuidar a los niños! Sin embargo, si desea introducir a sus hijos en actos de caridad fuera del hogar, tal vez estas ideas puedan ser un suave empujón para salir como Iglesia doméstica e ir al encuentro de los necesitados.

Enterrar a los muertos

Sí, las familias pueden practicar la obra de misericordia de enterrar a los muertos.

Demos un paso atrás y consideremos cómo la Iglesia Católica acompaña a los que han muerto y a sus seres queridos en duelo. La Orden de Funerales Cristianos dice:

“El consuelo cristiano tiene sus raíces en esa esperanza que proviene de la fe en la muerte y resurrección salvadoras del Señor Jesucristo. … La Iglesia llama a cada miembro del Cuerpo de Cristo –sacerdote, diácono, laico– a participar en el ministerio de la consolación: cuidar a los moribundos, orar por los muertos y consolar a los que lloran.”

¿Cómo pueden las familias entrar en el ministerio de la consolación?

Comenzando con el Día de Todos los Santos el 1 y el Día de los Muertos el 2, noviembre es un mes muy apropiado para orar por los difuntos. Den un paseo por un cementerio y recen un rosario por los enterrados allí. Especialmente en los cementerios históricos, animen a sus hijos a buscar las fechas más antiguas y reconozcan los símbolos cristianos en las lápidas. Oren por aquellos que pueden haber sido olvidados -quizás aquellos con las lápidas más descoloridas- y no tienen a nadie que interceda por ellos.

Cuidar del orden de las tumbas honra la dignidad del difunto. ¿Está su parroquia unida a un cementerio? Organicen un día de limpieza con otras familias: esta es una gran oportunidad de servicio al aire libre para los niños pequeños que pueden rastrillar hojas o quitar flores secas o coronas navideñas.

¿Su parroquia necesita ayuda para organizar almuerzos fúnebres después de un servicio? Si puede hornear brownies con unos días de anticipación, considérelo un acto de caridad anónimo y una forma de ofrecer consuelo sin conocer directamente al difunto.

La Orden de Funerales Cristianos continúa diciendo que los miembros de la comunidad deben consolar a los dolientes con palabras tanto de fe como de apoyo y con actos de bondad. Este es el momento del laico para dar un paso adelante y ofrecer ayuda, como programar la entrega de comidas para la familia o realizar otras tareas, como el trabajo en el jardín. Considere las tareas que realiza todos los días y que podría dar por sentado: ¿Podría su familia asumir una de estas tareas para una familia en su comunidad de fe durante su tiempo de duelo?

Finalmente, si alguna vez está dudando si llevar a los niños a una Misa fúnebre, le animo a que lo haga. Esto requiere discernir la situación de la familia en duelo y la sensibilidad de sus hijos, así como prepararlos para lo que pueden esperar ver. Pero la liturgia fúnebre católica es un poderoso recordatorio de nuestra esperanza en la victoria de Jesús sobre la muerte. Participar en una Misa fúnebre es la forma principal en que podemos practicar el "ministerio de la consolación". Incluso el Padre Nuestro torpe de un niño pequeño o la mera presencia en el banco es parte de eso. De manera auténtica, cuando están presentes en la Misa, son también partícipes de esta obra de misericordia.


Elizabeth Hansen y su esposo, Luke, crían a sus cuatro hijos en Lansing, donde asisten a la parroquia de Resurrection.

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