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Abandonar el pecado y seguir a Cristo

Santa Fabiola | 27 de diciembre

Santa Fabiola (m. 399/400) era una médica romana que se divorció de su primer esposo debido a su maldad. El divorcio, por supuesto, estaba de acuerdo con la ley romana, pero en contra de la enseñanza de la Iglesia. Ella, a pesar de esto, se volvió a casar antes de que su primer marido falleciera, lo que estaba también en contra de la enseñanza de la Iglesia.

Sin embargo, al morir su segundo esposo, ella tomó la decisión de renunciar a sí misma con el fin de servir a otros. El día antes de la Pascua, en el mismo año en que falleciera su segundo marido, Santa Fabiola se presentó ante las puertas de la basílica de Letrán, vestida con un atuendo penitencial, e hizo penitencia pública por su pecado. En ese momento, el Papa la recibió formalmente de nuevo en a la plena comunión con la Iglesia.

Sin embargo, su conversión no terminó cuando recibió la comunión nuevamente. Ella continuó con su intención de renunciar al mundo. Ella destinó su inmensa riqueza a aliviar las necesidades de los pobres y enfermos, y se puso a sí misma al servicio de ellos. Por ejemplo, construyó un hospital en Roma y atendió a los pacientes personalmente, especialmente a aquellos que eran rechazados por la sociedad a causa de sus enfermedades. Ella también donó grandes sumas de dinero a las iglesias y comunidades religiosas de Roma (y en toda Italia) para ayudarles a servir a los pobres y a los que sufren. También construyó un gran hospicio para los peregrinos que iban a Roma.

Ella combinó su servicio caritativo con la práctica del ascetismo cristiano. Durante un tiempo, estudió tanto las sagradas escrituras como el ascetismo, bajo la dirección de San Jerónimo. Prácticas ascéticas hacen la mente y el cuerpo más propicio para la transformación espiritual, de la misma manera que la práctica permite a un atleta obtener mejores resultados durante una competición. A través de la formación y el ejercicio, los poderes latentes en el cuerpo y la mente se desarrollan de manera que ambos pueden alcanzar su belleza natural más plena.

Tal como la vida de Santa Fabiola nos ensena – la gracia de Dios, el arrepentimiento por los pecados, la purificación del corazón y la mente y el cultivo de las virtudes nos preparan espiritualmente para aquella plenitud de vida que es un encuentro con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en el camino a la santidad.